martes, 7 de octubre de 2014

La esclava libre (1957) Lo políticamente incorrecto

 
 

Resulta al menos curioso como en 1957 se estrenaron dos películas que intentaban emular el éxito de “Lo que el viento se llevó”. Hace unas semanas hablamos de “El árbol de la vida” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/06/el-arbol-de-la-vida-1957-lo-que-no-se.html) la apuesta de MGM. Seis meses antes se estrenó “La esclava libre” una producción de Warner Brothers que guarda varios puntos de contacto con esta última. Aunque su diseño de producción no podía compararse con la cinta de Dmytryk, también estaba basada en una novela de un prestigioso autor.

         En este caso hablamos de Robert Penn Warren, cuya obra más famosa “Todos los hombres del rey” había sido llevada a la pantalla con singular éxito. Estrenada en nuestro país con el título de “El político”, narraba la historia de un dirigente populista, en el profundo sur de los años treinta del siglo pasado. Otra obra inspirada en el mismo tema y que el posterior éxito de la novela de Penn Warren dejara en el olvido, fue adaptada por Raoul Walsh con el título de “Un león en las calles” de la que también nos hemos ocupado (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/01/un-leon-en-las-calles-1953-walsh.html).
 
         Robert Penn Warren, hizo de su sur natal el marco de la mayoría de su extensa producción. Estimable poeta, en la narrativa se ocupó tanto del pasado reciente, como de la época tumultuosa de la guerra civil y la reconstrucción. Aunque siempre se negó a tildar a sus novelas como históricas, lo cierto es que se preocupó porque sus ficciones se desarrollaran en un marco histórico lo más fidedigno posible. En este caso utilizó un episodio real, la venta de dos hijas de un terrateniente sureño, al morir este y no poder satisfacer sus deudas. Tratadas como posesiones, esas muchachas educadas en la alta sociedad se vieron reducidas a la esclavitud. En la novela, por motivos en palabras de su autor de “comodidad” quedo en una sola.
 
         “Band of angels” título de la novela publicada en 1955 (y original de la cinta) es a decir de los críticos una magnífica novela, donde el escritor nacido en Kentucky, intenta reflexionar sobre temas como la violencia y la crueldad, por encima de razas o posicionamientos políticos. Aunque para algunos intenta justificar en parte la actuación de las gentes del sur, señalando los numerosos yanquis implicados en el comercio de esclavos y la crueldad de ciertas tribus africanas, cuyos jefes comerciaban con sus propios hermanos, vendiéndolos a los temibles negreros.
 
         Uno de ellos, Hamish Bond, convertido ahora en honorable potentado, rescatará a la bella Mandy de la terrible vida a la que se veía abocada. Un personaje al que da vida un Clark Gable en el ocaso de su carrera, pero que todavía mantenía su subyugante presencia. Mientras la novela gira en torno al personaje de Amanda que relata su experiencia en primera persona, la cinta está dominada de principio a fin por el veterano actor. Después de concluir su contrato con MGM, Gable como estrella free lance, ya había trabajado en sus dos últimas películas con Raoul Walsh. “Los implacables” y “Un rey para cuatro reinas” dos títulos más que estimables, compartiendo cartel con dos actrices de gran belleza e impactante carácter: Jane Russell y Eleanor Parker respectivamente.
 
         En esta ocasión su pareja de reparto sería Ivonne De Carlo, otrora reina del Technicolor en los estudios Universal. Su actuación como Sephora la esposa de Moisés, había sido hasta entonces su única cinta de gran presupuesto, en una filmografía en la que las películas menores constituían el eje central de esta. Su rendimiento en un papel bastante complejo como el de Mandy, es más que aceptable, aunque quizás hubiera sido deseable una intérprete de mayor calado para el personaje. Lo que es innegable es su belleza, que la brillante fotografía de Lucien Ballard resalta en todo su esplendor. Un cámara que en la década siguiente de la mano de Sam Peckinpah, alcanzara las más altas cotas.
 
 
         Otro de los puntales del filme es sin duda Sidney Poatier encarnando a Rau-Ru, un personaje que al igual que Mandy vive desubicado. Criado por Bond casi como un hijo, se rebela ante su condición de esclavo. Y es que poco a poco Hollywood iba modificando la imagen de los afroamericanos en el cine, desde los bufos mozos de tren o siervos, poco a poco irán adquiriendo sus papeles la dignidad necesaria. Uno de los primeros casos es el personaje de Delilah en “Imitación de la vida” dirigida en 1934 por John M. Stahl, cuya hija Jessie con aspecto de blanca pero con sangre negra, se verá en una situación muy similar a la de Amanda Starr. Injustamente acusado por parte de la sociedad de color, como domesticado por la sociedad blanca, lo cierto es que Poatier luchó  muy duramente para lograr una carrera cinematográfica que resultaba en ese tiempo impensable para un actor afroamericano. Su compromiso con la causa de los derechos civiles prueba su honestidad y la calidad de sus interpretaciones su categoría como actor, más allá de su magnífica presencia de galán.
 
 
         Quizás la ambigüedad con que la cinta trata el tema de la esclavitud, contraponiendo dueños de plantación buenos, con otros malos, sea una de las causas por las que la cinta ha recibido críticas adversas. Algo totalmente injusto, cuando hay otras películas, empezando por la celebérrima “Lo que el viento se llevó” donde el tema es tratado de una manera mucho más simplista y políticamente incorrecto. De otro lado como hemos contado al principio de la entrada, la novela en que está basada es proclive a los juicios que se exponen en la película. No hay que olvidar que es una historia contada desde la perspectiva de un autor del sur, cuyos dos abuelos participaron como oficiales en el ejército confederado.
 
         Lo que no se puede cuestionar, es la maestría de Walsh una vez más, narrando esta apasionada  historia. Porque ante todo es una historia de amor, por encima de épocas y condicionamientos sociales. Una película que respira clasicismo del bueno, rodada con abundantes medios y que consigue durante más de dos  horas atrapar la atención del espectador. Mucho y bueno hemos hablado de Walsh en este blog, y seguiremos haciéndolo porque nunca nos defrauda. Porque nos cuenta hermosas historias sin alambicamientos innecesarios, con un estilo franco, directo y divertido.
 
P.D. Los ataques contra esta película han llegado hasta el extremo de criticar la hermosa banda sonora de Max Steiner, otro ataque injusto ciertamente.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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