miércoles, 26 de marzo de 2014

Scherezade (1947) Apoteosis de lo kitsch

 

Walter Reisch es uno de los mejores guionistas de la historia del cine. Al igual que su colega Billy Wilder aspiraba a pasar a la dirección, labor que había realizado en Europa durante los años treinta. Pero mientras que Wilder se hallaba en un estudio como la Paramount que tendía a promocionar a sus escritores, como también ocurrió con Preston Sturges, a Reisch en MGM no le dieron la oportunidad,  arguyendo  que ya tenían a directores experimentados en su nómina.

 
Tuvo que ser en la modesta Universal, donde pudo dirigir esta biografía del famoso músico Nikolai Rimsky-Korsakov, que a decir verdad de biográfica tiene poco. La crítica se cebó con la película, lo que a mi entender no es en absoluto justo, ya que es una estupenda cinta de aventuras, salpicada por divertidos momentos de comedia, con la estética kitsch propia del estudio. A mi entender es bastante más digerible que las graves adaptaciones de la vida de Chopin (Canción inolvidable) o de Schumann (Pasión inmortal, producida por MGM ese mismo año pese a contar con Katherine Hepburn y la dirección de Clarence Brown).
 
La película cuenta además con la belleza de Yvonne De Carlo, en el papel de la española Cara de Talavera, ficticio amor de Korsakov,  donde exhibía sus dotes de bailarina, en esta su tercera película importante, tras su debut dos años atrás como protagonista en “Salomé la embrujadora”. La estrella masculina de la cinta Jean Pierre Aumont, estaba casado con la hasta ahora reina de las fantasías orientales Maria Montez, y al igual que esta su carrera norteamericana se hallaba en declive, tras un inicio prometedor, interrumpido por sus servicios a la patria donde obtuvo la “Legión de honor” por su acreditado valor. Pero sin duda el mejor de la partida es el actor irlandés  Brian Donlevy, habitualmente secundario, pero que protagonizó la primera cinta de Preston Sturges “El gran McGinty” una acerada y divertida sátira política. Aquí encarna al pintoresco capitán de la armada Vladimir Gregorovitch, haciendo gala de sus dotes para la comedia.
 
 
Y para finalizar, no podía ser de otro modo, la bellísima música del compositor ruso, arreglada y dirigida nada menos que por Miklos Rozsa. Un hermoso espectáculo en radiante Technicolor que me ha hecho pasar un rato francamente agradable, cine sin pretensiones, tan solo la de entretener, como en la mayoría de las cintas que protagonizó la bella Yvonne, a quien va dedicada esta entrada.
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario