lunes, 10 de marzo de 2014

Ana y el rey de Siam (1946) Anna Leonowens precursora del feminismo.

 

De las grandes estrellas del Hollywood clásico, una de las más olvidadas es Irene Dunne. Tremendamente popular durante los años treinta y buena parte de los cuarenta del siglo pasado, hoy prácticamente nadie la recuerda. Uno de los principales motivos a mi parecer es que de la mayoría de sus grandes éxitos, posteriormente se hicieron versiones en color, que son las que han quedado en la memoria de los aficionados al cine.


Así sucede con “Sublime obsesión” que en los años cincuenta volvería a rodar Douglas Sirk con Jane Wyman y Rock Hudson y “Tú y yo” que el propio McCarey retomaría con la glamurosa pareja formada por Cary Grant y Deborah Kerr. Uno de sus últimos éxitos es la película a la que va dedicada la entrada de hoy y que también quedó eclipsada con el colorido musical de Rodgers y Hammerstein protagonizada por un extrovertido Yul Brinner y una exquisita Deborah Kerr.



Si en el caso de Sublime obsesión y Tú y yo, las diferencias entre ambas versiones son muy pequeñas, no sucede lo mismo con este melodrama de John Cromwell, cuyo enfoque es muy diferente del superficial musical dirigido por Walter Lang. Basada en una biografía de Margaret Landon que a su vez recreaba los relatos de Anna Leonowens, donde contaba su estancia como institutriz en la corte del Rey de Siam, contó con un estupendo guion a cargo de dos brillantes escritores Talbot Jennings (Rebelión a bordo, Los cuatro hijos de Katie Elder, La buena tierra) y Sally Benson (La sombra de una duda, Cita en San Luis).



A quien no conozca sus filmes, sorprenderá la elegante presencia de Irene Dunne quien encarna con convicción el papel de la aguerrida institutriz. Otra de sus características era poseer una hermosa voz de soprano, que le llevó a representar con éxito a Magnolia en el mítico musical “Show boat”, lo que llamó la atención de los directivos de la RKO. Posteriormente actuaría en la famosa versión de James Whale fimada en 1936, otro título del cual se haría una nueva versión en color, igual que “Cimarrón” ganadora del oscar a la mejor película y por la que recibió la primera de sus cinco nominaciones al premio de la academia. De todos los actores con los que compartió cartel, su preferido era Cary Grant junto al que brilló en “La pícara puritana”, “Mi mujer favorita” (que también tuvo su remake en color con James Garner y Doris Day) y “Serenata nostálgica”.



Rex Harrison debutaba en Hollywood después de una fructífera carrera en su Inglaterra natal. Con un brillante bagaje tanto en las tablas como en el cine, afrontaba un papel realmente complejo como lo fue el propio rey Mongkut, un hombre a caballo entre la tradición y la modernidad. Pese a carecer de rasgos étnicos que le identificasen con el monarca, Harrison es capaz de transmitirnos gracias a su extraordinaria interpretación los matices precisos para hacérnoslo más cercano. Linda Darnell y Lee J. Coob también destacan en este hermoso melodrama.



La película es fruto de una de las etapas más brillantes de la Twenty Century Fox, que después de unos inicios en los que emulaba a sus rivales MGM y Paramount, planteó unas producciones que aunaban comercialidad con prestigio. Una política que desembocaría en la mítica Eva al desnudo de Mankiewicz y que fue posible en gran medida al gran productor Darryl F. Zanuck.
 
 
 
 
 
Dos días después de celebrarse el “Día de la mujer trabajadora”, es de justicia recordar a Anna Leonowens como precursora del pensamiento feminista. A ella y a todas las mujeres que hasta el día de hoy siguen luchando por defender los derechos de la mujer, va dedicada esta humilde entrada.
P.D. Desde la publicación de los dos relatos autobiográficos de Leonowens y sus posteriores adaptaciones cinematográficas, los tailandeses se han quejado de las inexactitudes históricas que contiene, algo por lo general común a las novelas de evasión y a muchas pretendidamente históricas, que no decir de las adaptaciones al cine y televisión.
Se ha elucubrado mucho sobre los orígenes y primeros años de Leonowens, que ella apenas comentó a lo largo de su vida. Probablemente debido a que su madre tenía sangre India, lo que le hubiera relegado en la clasista sociedad victoriana.
 
 
 
 

 

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